jueves, 3 de diciembre de 2009

Toys in the attic - Part II

Vio a Paquita Palomita que, copa en mano, degustaba una botella de Vega Sicilia. Lolita Lollipop se acercó a ella y se sentó a la derecha de su amiga…
-Dos ratas en una jaula, dando vueltas y más vueltas. Eso es lo que hacemos Loli- afirmó Palomita - ¿Cuándo vamos a aprender?
-Oye zorra, habla por ti. Yo ya pagué por mis pecados.
Lollipop no sabía aún de que estaba hablando Paquita
-Yo tampoco he cometido ningún crimen ¿sabes? Él fue tajante: esto ya nunca más será amor.
Ahora ya entendía algo más: Ricardo Rolls-royce, el amante vespertino de toda la vida de su compañera de piso, había descendido por propia voluntad, a la categoría de follamigo. Tiempo ha, aquel par de tomacafés habían sido algo así parecido a una pareja. De niños solían jugar entre los bosques de las afueras de la ciudad, después llegaron las notitas en clase y el primer papelito escrito con boli de tinta negra rezando un “creo que me gustas”. Y los niños crecieron y se llenaron de hormonas y unas terribles ganas de explorar juntos el mundo. Compartieron las primeras experiencias sexuales, alcohólicas y fiesteras, así como un primer desenlace amoroso que fue algo más que un trance.
-¿En serio creíste que volvías a tener una historia? ¿Con un ex? ¿Te has vuelto loca?
-Verás, los dos pusimos nuestras cartas sobre la mesa hace tiempo. Yo ya le dejé claro una vez que no era capaz de sacrificar mi libertad y la anarquía sexual que es mi vida, por estar exclusivamente con él. Tomé una determinación- se excusó- Y sí… tal vez si pensé que teníamos algo, un amor hippie entre las flores, un nuevo renacer del amor y la inocente ¿quién sabe?
Palomita se quedó mirando al horizonte pensativa, como si le estuviera haciendo la pregunta al mismísimo Dios y, melancólica añadió:
-Estábamos siendo muy civilizados y discretos de nuevo.
-No importa lo que digan, a los cabrones no les gusta cuando te follas a otros cabrones- dijo Lollipop para consolarla.
-¡Bingo! Y me apuesto un ojo a que tampoco les gusta que les llamen cabrones.
-Claro…- y pensó mirando también al cielo, escrutándolo como si allí se hallaran todas las respuesta de la memoria, de los siglos, del haber vivido y visto muchas eras…- ¿Crees que alguna vez podremos hacerlo bien? Me refiero a lo de llamarles cabrones por mi parte y, a lo de romper corazones por la tuya.
-Mmmmhh… eso ya se verá – puntualizó Paquita, que pegó un trago directamente de la botella, ofreciéndole la copa a su amiga – Creo que finalmente Rolls-royce va a levantar la bandera blanca de la paz y aceptarme como la retrasada emocional que soy ¿eh?
-Seguro… - dijo sarcásticamente Lolita.
-Que sí, tía. Recuerdo una noche en que, caminando borracha bajo la lluvia, en busca de mi casa, le encontré a él. O según me dijo, él me encontró a mí. Me cedió un paraguas y me llevó a su casa. Una vez en la habitación, estuvo secándome con una toalla. Me prestó una camiseta de deporte del que fuera su colegio y se puso a prepararme un sándwich. ¡El mejor sándwich que he probado en mi vida! ¿Y sabes porqué? No es que fuera un sándwich mágico, ni que llevara especias afrodisíacas, ni nada de eso. Era el mejor porque él lo hizo para mi. La ropa cayó al suelo y terminamos haciendo el amor en el suelo del comedor, y el resto ya es historia cuando, al día siguiente, me desperté sola y desamparada en aquel extraño piso y no dio señales de vida en varias semanas. ¿Recuerdas que tuviste que pasar a buscarme de lo atontada que estaba? Joder, sí, se portó fatal… Pero eso, al final, no importaba porque fue uno de esos momentos en que pensé y decidí, que seguiría luchando ¿sabes? He perdido muchas batallas Lollipop, pero nunca he dado por terminada la guerra. Sin retirada, sin rendición…
-Eso ha sido muy dulce.
-No es mío, es de Springsteen. Y aquí, como pájaros en una mañana otoñal, nos despierta la vida con el aire en la cara. La ciudad a nuestros pies y el mundo entero por recorrer copa tras copa.
-Y sorbo tras sorbo – brindó Lolita levantando su copa.
-¡Salud!- sentenció la botella.

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