martes, 22 de septiembre de 2009

La ciudad de los noctálopes

En una ciudad de la antigua iberia, vivía un viejo que se había quedado ciego de mirar el Sol. Los lugareños pensaban que estaba loco y se reían de él.
Por las mañanas el ciego mendigaba para comer y por las tardes se sentaba a la orilla del mar para escuchar sus olas y meditar. Era un hombre pensador, que quería encontrarle siempre su porqué a las cosas. Y eso precisamente lo había dejado ciego.
Si el Sol – decía el hombre – lo hace todo: ilumina el cielo, da de comer a animales i plantes, calienta el mundo, entonces es lo mejor del Universo comparable con el oro, riqueza terrenal.
Pero… el oro del Sol debía evitarse ya que, aunque pudiera obtener el astro que ilumina La Tierra, nunca saciaría toda la ambición humana. Y así pues el ciego se alegraba de no ver el Sol, veneno de toda vanidad, alimento de la debilidad.
El viejo era feliz despreocupado por las riquezas, ya que su ceguera le había obligado a acostumbrarse a vivir sin ellas. Y pues, pensó el viejo en una solución que liberaría a su pueblo de toda avaricia: todos los habitantes debían quedarse ciegos. Tuvo en cuenta luego, que muchos habitantes vivían aferrados a sus costumbres y se negarían a privarse de su vista. Entonces decidió que solo verían durante la noche y así dormirían durante el día. Así disfrutarían de una vida normal sin tener que ver el Sol.
Al principio no sabía como se las arreglaría, ya que nadie escuchaba al viejo ciego y le tomaban por loco. Después de pensar largo rato, decidió recurrir a algo menos científico y, en contra de sus creencias, un día se plantó en medio de la Plaza Mayor del pueblo y se puso a predicar:
-¡Escuchadme! Sé que para vosotros solo soy un loco, pero no soy yo quién os habla. Soy solo el cuerpo del ciego poseído por el Dios del Infierno. Todo debéis hervir mercurio y admirarlo fijamente. Luego ponéoslo sobre los ojos antes de que salga el Sol y así os haréis más ricos y más felices.
Y así el viejo haciéndose pasar por dios, captó la fe de las gentes del pueblo que obedecieron sin pensar. Y no solo consiguió que no vieran la luz del día sino que tomaron la rutina por la noche.
Desde entonces, aquella fue conocida como la ciudad de los noctálopes.


Antiguo mito íbero

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